sábado, 27 de septiembre de 2014

El Paso del Obispo

El Paso del Obispo
El departamento de Colonia  se caracteriza en gran parte por la sinuosidad de sus campos cuyas ondulaciones le dan una característica  hermosa y hasta agreste en parte, porque allí la floresta indígena de los árboles de sierra se apiñan por todos lados, propicia en los tiempos coloniales por la proliferación de escondites entre las rocas pobladas de talas, coronillas, arueras y montes enmarañados  que se desprenden de los arroyos  con sus virarós, molles, mataojos, espinillos.

Allí corren vertiginosos de tanto en tanto, el Río San Juan y su afluentes que le sirven sus aguas por la derecha el arroyo San Luis, que se alborota en espuma entre las rocas y por la izquierda el arroyo Miguelete.

En el medio del Río San Juan y el arroyo Miguelete se levanta  el Cerro de las Armas, así llamado sin duda porque la guerra entró por colonia y soriano, en 1811, en el 25, en 1836, en la guerra grande, dejando armas escondidas cerca para volver por ellas.

En esos inmensos campos da cuenta el historiador Uruguay Vega Castillos, que  en tiempos del Presidente Oribe le adjudicó Don Manuel Oribe, siendo Presidente, a Doña Gervasia Benitez, viuda de Don Teodosio de la Quintana el campo conocido como la Estancia Grande. 
Don Teodosio tenía su casa de piedra, muy cerca del Paso del Obispo, en el Río San Juan, punto obligado en aquellas inmensas soledades, para hacer noche, antes de seguir la senda al paso y subir el cerro contiguo entre la maraña de la espesa montaña.

Allá por 1809 hizo su visita apostólica a la Banda Oriental llegando a la Capilla de la santísima Trinidad de los Porongos, fundada en 1805 en los campos de Inés Durán y Miguel Ignacio de la Quadra, cuando aquella destinara una legua cuadrada para el Pueblo, ganando muchas indulgencias y oraciones propiciadas por Fray Manuel Ubeda, cura capellán Trinitario de hábito blanco, que sirvió los oficios religiosos para aquella feligresía y su entorno.

Hasta  La Santísima Trinidad  de los Porongos vino con su sopanda, su Mitra y la magnificencia de sus sermones, cubriendo un amplio radio de visitas, hasta pasar por lo de Don Teodosio y dejar su nombre el Paso inmediato del Rio San Juan, siguiendo la curva del sendero  en su regreso a Buenos Aires, nada menos que el Obispo de Buenos Aires Benito Lué y Riega.
  Frente de las ruinas de la Casa, orientada al Este, de Don Teodosio de la Quintana, a vista del Río San Juan que corre por el lado Sur.



                                Vista del frente de la casa tomada desde el Este.
    Tronera



                                           Dintel con el travesaño podrido

     Pared divisoria interior con abertura.
    Frente de la  casa de Don Teodosio de la Quintana, orientada     al Este.
 Vista del interior de la casa desde arriba. el techo no                     corresponde a la estructura original. Al fondo se ve el Arroyo      San Juan.

                Parte superior de la pared con frente al                 Este.

Benito Lué y Riega nació en Lastres, Oviedo, en la Provincia de Asturias en 1753 y falleció en San Fernando, en la Provincia de Buenos Aires en 1812.
Fue propuesto por el Consejo de Indias para la sede de Buenos Aires, fue designado en 1802 por el Papa Pío VII, siendo consagrado en Córdova por el Obispo Moscoso , estuvo en Santa Fé  y en la reducción de San Javier de los Mocovies, visitó otros curatos y   en 1809 visitó la Banda Oriental, llegando a Porongos, Cerro Largo y Santa Teresa, levantando mucha resistencia por sus actitudes poco apostólicas, motivando la reacción de los habitantes al punto de encender la llama segregacionista. Estuvo de visita en Montevideo, Canelones y San Juan Bautista regresando por la Colonia del Sacramento.
Cuéntase que en oportunidad de su visita se desprendió una lluvia torrencial y fue llevado a su sopanda con protección de tal aguacero,  mientras la gente se mojaba, el obispo el obispo se mofó diciendo nosotros estamos a salvo; causando con ello y otras actitudes mucha desconformidad. 


Durante las Invasiones Inglesas, obtuvo la promesa de respeto para la Iglesia Católica y su autoridad. Ayudó a Alzaga en la defensa de 1807 colaborando económicamente.
En el Cabido del 22 de mayo votó, siendo su dictámen que continúe el Virrey, sin más novedad que la de ser asociado el Regente y el oidor Manuel Velazco, provisionalmente, medida por demás dilatoria, favoreciendo así  el Statu quo.
No tuvo mayor influencia en la votación que realizó el clero pues de los 27 Sacerdotes que conformaban el clero presente en el cabildo Abierto sólo votaron por la continuidad del Virrey Cisneros, dos, el Dr. Pantaleón Rivarola, el padre Provincial de San Francisco Fray Ramón Albarez, pero si la pluralidad de votos disponía la subrogación votaba por el Cabildo para sustituirlo. Mientras que otros tres siguieron la posición más moderada del Oidor Manuel José de Reyes que propuso mantener el Virrey asociado al Alcalde de Primer Voto y el síndico procurador General.
No le valió el excepcional atuendo y despliegue que realizó en el Cabildo Abierto, había tomado asiento previamente con sus cadenas de oro, cruces y escapularios sus familiares le sostenían la mitra, el misal y las Leyes de Indias con que pensaba valerse  para las citas y latines en pro de su postura, aunque no presionó al clero para que adopten su postura o estén contra la Revolución. Simplemente era un noble recalcitrante, que le gustaba la pompa y el ceremonial más que la riqueza evangélica.
En el mes de marzo de 1812 le festejaron su cumpleaños en su quinta de San Fernando, pero quienes estaban eran sus mismos verdugos. Amaneció muerto, (según Wikipedia) casi seguramente envenenado por el Arcediano Ramirez, acérrimo revolucionario.

Fue enterrado en el panteón subterráneo de la Catedral el día 24 de ese mes de 1812. Tomado de La Apertura Institucional del Uruguay, del autor.


viernes, 12 de septiembre de 2014

La Piedra de Artigas

La Piedra de Artigas


Cuando sucedió el altercado con el Brigadier Vicente María Muesas a raiz de un reproche a unos soldados del cuerpo al mando de Artigas, que habían hecho destrozos en una quinta de frutales y comido de lo ajeno, el Brigadier lo amenazó con ponerle una barra de grillos, a lo que Artigas le replicó que no iba a suceder nunca, dió media vuelta y se fue dejándolo plantado, tomó los caballos y acompañado del riograndense Rafael Hortiguera, el Padre Capellán José María Enrique Peña y un esclavo apodado Tío Peña, cruzaron el foso y tomaron el rumbo del Norte, con dirección al Río San Juan. según da cuenta el historiador Setembrino Pereda. 

En efecto a medio camino tomó el rumbo del Cerro de las Armas y estuvieron ocultos en unos abrigos entre las rocas, de difícil acceso, que es por el Oeste o saltando los rápidos del arroyo San Luis por el Este. 

Desde allí el Padre José María Enrique Peña que conocía a Cornelio Saavedra realizó contactos con el estanciero Teodosio de la Quintana, quien les proporcionó varias onzas de oro, una tropilla de caballos , varios morenos de su peonada, sus dos hijos y el baqueano "Chamorro" que dió nombre a un arroyito del lugar, para ir a Buenos Aires  e iniciar la Revolución en la Banda Oriental.
 Los fugados de la Colonia con ánimo de plegarse a la Revolución, se escondieron en el paraje cueva del tigre, junto al arroyo San Luis, para eludir la búsqueda de las partidas que mandó el Brigadier Muesas, que salieron en persecución de los desertados.
Aquellos estaban entre la casa de Don Teodosio y la casa del Virrey, los perseguidores si pasaron por el paso del Obispo, debieron despuntar las cañadas del San Luis por el sur y si lo hicieron por el Norte pasaron por el paso del Carro del Río San Juan, en dirección al Paso Hondo del arroyo San Luis, punto cercano del lugar.


Casco de la Estancia del Virrey, existente al Este del Arroyo San Luis.
   La casa presenta un Mirador, desde donde se podía observar  tanto los movimientos de ganado como la aparición de                malones, intrusos o soldados.
    El frente de la casa muestra un zaguán central y cuatro               ventanas  con rejas

Abrigo sobre el arroyo San Luis
Mural en el mismo conjunto rocoso




Ahí está, ahí está La Piedra Alta

Mito Chamánico, Pintura Rupestre y Gualicho
La Piedra Alta en un Mar de Piedra
Vista desde lo alto





















El arroyo San Luis concentra sus aguas antes de entrar en torrente por el cuello de piedra
















 Las aguas corren  hacia abajo saltando entre las rocas y            forman un remanso cercano donde los monstruos de granito      asoman sus cabezas para beber sedientas, mientras se teje en la  penumbra la espuma de un mito que el chamán exhorcisa con  humo semillas.




Junto a la Piedra Alta la conformación rocosa deja grandes cavidades que eran habitadas por animales feroces de la prehistoria, como el tigre diente de sable, después los pumas y yaguaretes que señorearon en el lugar,
Las marcas verdes del musgo, muestra la altura de las crecientes del Arroyo San Luis, de un monstruo de granito que se contornea sobre sí, dejando un espacio entre sus caderas, donde otrora, las bestias amamantaron sus crías,  siendo sustituidos por los Chamanes de la tribu Beguá, (Patos) que recogieron las leyendas escritas en granito, para la mitología indiana, mientras en la primavera reverdecen los helechos autóctonos y otras yerbas.



















Cueva del Tigre del Arroyo San Luis, Colonia


Cueva del Tigre
Otro abrigo en la Roca principal denominada Piedra Alta